Desmitificando la visita al Psiquiatra

Corría el mes de julio del año 2006, era estudiante de segundo semestre de medicina en Bogotá, me ilusionaba ir avanzando en la carrera, compartir con mis compañeros de estudio y acercarme de a poco a la idea de «ser doctora». Todo eso me emocionaba mucho, sin embargo, algo en mí no andaba bien.

Mis padres y mis hermanos siempre estaban muy atentos a los comentarios que les hacía sobre todo lo que aprendía, anatomía, histología, términos nuevos… pero también estaban muy atentos a mi estado de ánimo: llegaba de clases triste, desmotivada, cansada, y cada vez me sentía más ansiosa, ¿qué pasaba?. 

Llegaban a mi mente muchos pensamientos, creía que no era capaz de continuar estudiando medicina, que no era lo suficientemente inteligente, que era difícil, que era muy distraída, comencé a tener mucho miedo de fallar y de repente, comencé a llorar, lloraba mucho y todos los días, así que mi familia consideró que lo mejor era pedir ayuda profesional, pues no encontrábamos razones que explicaran por qué me sentía así: era la carrera que quería, estaba aprendiendo mucho, tenía excelentes compañeros, contaba con el apoyo de mis seres queridos… 

Finalmente agendamos un primer encuentro con una Psiquiatra, de quien no revelaré su nombre pero sé que al leer estas líneas se sabrá entre ellas, y desde aquí le envío mi eterno agradecimiento, el cual le reitero aún hoy día, pues seguimos en contacto. En aquella primera cita, tenía mucho temor, no sabía qué esperar, nunca me había visto un psiquiatra y me imaginaba de todo, fue muy estresante la espera. Cuando finalmente comenzamos a hablar, sentí cómo poco a poco me adentraba en una especie de refugio, un ambiente muy cálido, tranquilo, novedoso y aunque con muchas dudas, el deseo de estar bien era superior a todo ese miedo. Al finalizar aquella primera sesión la psiquiatra me dijo: «lo que pasa contigo es que estás deprimida, es algo real que debemos manejar y estoy aquí para ayudarte». No lo podía creer, pensaba que la depresión era algo tan ajeno, tan distante, tan extraño, que no creía que me estaba pasando a mí. Sin embargo, conforme acudía a mis sesiones de psicoterapia pude comprender todo lo que me pasaba, todo lo que sentía, y el proceso comenzó a cobrar sentido y así mismo mi vida, pues había pasado de querer abandonarlo todo, vender mis libros de medicina, mi uniforme, dedicarme literalmente a nada o salir corriendo; a querer aprender más, a estar más tiempo en familia, cuidarme, comer mejor… simplemente quería estar bien.

Aquel segundo semestre llegaba a su final y ya me sentía diferente, mucho mejor, tranquila, motivada, y con ganas de seguir adelante. Todo se confabuló para que el 2006 culminara como un buen año, y me sentía muy contenta de haberlo logrado, por supuesto con el apoyo de la psiquiatra y de mi familia. Pasaron los años, culminé mi pregrado de medicina y con altibajos, como todos, me sentí satisfecha de haberlo logrado, y sobre todo, agradecida por haber sido escuchada a tiempo, pues haber tenido ese primer contacto con alguien especialista en salud mental me cambió la vida, me permitió revaluar lo que quería y me hizo entender la importancia de cuidar mi salud emocional, y se convirtió en mi prioridad. 

Hoy día soy psiquiatra, labor que me encanta y que ejerzo con entusiasmo y con amor, recordando siempre la satisfacción tan grande de ayudarle a alguien más a sentirse mejor, sobre todo porque viví el malestar de estar deprimida, y recordar que gracias a la vulnerabilidad que me acompañaba en ese momento, obtuve la fortaleza para pedir ayuda, y hoy día es mi fuente de fuerza. Sigo acudiendo a sesiones de psicoterapia (con la misma psiquiatra, sí), porque es el compromiso que adquirí conmigo misma y porque siempre he pensado que hace parte del buen oficio como profesional de la salud mental: debo cuidar de ella para cuidar bien de la de los demás. 

Ir con un psiquiatra a consultar por la razón que sea, que te esté molestando la existencia, te haga sufrir, o por el contrario porque quieres estar mucho mejor, vale mucho la pena, no sólo porque aumentas la conciencia sobre ti mismo, sino porque aprendes a ser empático, a valorar el bienestar, a detectar cuando tú o tus seres queridos no están bien y es momento de pedir ayuda, y si algo aprendí de este proceso, es que de la vulnerabilidad nace la fuerza, así que nada mejor que consultar en el momento correcto.

Estar en psicoterapia es cuidarte, es protegerte, un acto de amor propio e inclusive un acto de amor con quienes amas: te cuidas para poder cuidarlos. Te invito a que si en algún momento te identificas con lo que te he contado aquí, te llenes de entusiasmo y pidas ayuda, está bien hacerlo, no te hace menos y te garantizo que será cada vez más importante para ti, sobre todo porque quienes nos cuidamos física y mentalmente, somos los más idóneos para cuidar a los demás. 

3 comentarios sobre “Desmitificando la visita al Psiquiatra

  1. Hoy mismo le dijeron a mi cuñada que no acudiera porque: «Todos los psiquiatras están locos.»
    Menuda tontería, ¿verdad? Lo dice una mujer que pone agujas por un dineral. Como si alguien que NO estudió durante años el cuerpo humano, algo absolutamente complejo y asombroso, y que después pasó años de especialización etc, fuera más creible y válida para opinar.
    Mi relación con el psiquiatra fue algo desagradable para mi, pero eso … es la vida y la suerte. No siempre uno cae en gracia y viceversa. En cualquier caso, me ayudó a salir adelante, a dejar atrás la anorexia y la depresión y aunque no seguí su recomendación de medicarme de por vida, algo de razón tenía cuando lo hizo.
    La mente es muy compleja y de lo más desconocida. Hoy veía un documental sobre epigenética y es muy curioso cómo puede influirnos en la mente el estrés y transmitir esto a las generaciones siguientes.
    ¿Puede una madre gestante en depresión profunda sin medicar dar lugar a un bebé con TEA?

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    1. Hola, Fermín, ¿a qué te refieres con TEA? Una mujer gestante cursando con depresión mayor sin recibir tratamiento, sea psicofarmacológico o psicoterapéutico, está en riesgo de varias complicaciones, no sólo para ella, sino para su hijo, pero todo depende de los casos individuales y del abordaje que se les de. Es un tema imposible de generalizar. Saludos.

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