Síndrome de Procusto: el mal de dañar a quien sobresale.

salvatore-ventura-70525-unsplash

De acuerdo a la mitología griega, Procusto (inicialmente Procrustes, «el estirador» según su etimología), también conocido como Damastes («el avasallador, el controlador»), o Polipemón (infringir múltiples daños), era un dios hijo de Poseidón que tenía por costumbre acoger en su hogar a viajeros de la zona donde vivía brindándoles techo y comida, tratándolos amablemente para que pasaran una buena noche en su casa. Sin embargo, en el momento en que el visitante quería dormir, Procusto le brindaba una cama bastante incómoda que además, tenía la particularidad que nunca era acorde al tamaño del individuo: si era un sujeto muy alto, le proporcionada una cama corta, si era un sujeto de baja estatura, le daría una cama larga. Acto seguido, los amordazaba, de tal manera que si el inquilino sobrepasaba el tamaño de la cama, Procusto comenzaba a cortar las partes del cuerpo que sobrepasaran el área de la cama, y por el contrario, si la persona era más baja en estatura, le rompía los huesos con el fin de estirarlo: su fin último era que sus visitantes se ajustaran siempre a la medida de las camas que les proporcionaba. Esto se acabaría con la llegada de Teseo, quien obligó al mismo Procusto a comprobar si él mismo cumplía con las medidas de su cama, y al advertir que no era así, le cortó la cabeza. Fue así como «el estirador» desapareció y dejó de infringir daños. 

De esta escabrosa historia devienen conceptos como «un lecho de Procusto», que hace referencia a una norma arbitraria para la que se fuerza una conformidad exacta, o también alude al deseo de querer adaptar una realidad para que sea acorde a una hipótesis previa. En informática, por ejemplo, una «cadena procusteana» es aquella de longitud fija en la que se almacenan textos de longitud diversa, de tal manera que si el texto es muy corto, se rellena el resto de la cadena con espacios en blanco, y si por el contrario es muy largo, se trunca, se corta. Otro dato interesante es el adjetivo «procústeo», que hace referencia a todo lo opuesto a lo ergonómico, es decir, parte del supuesto de que es la persona quien debe adaptarse a los objetos y no al contrario. 

Y bueno, todos estos conceptos y comentarios, ¿a qué vienen hoy, o qué relación guardan con la cotidianidad? Pues bien, hoy escribo sobre esto porque nuevamente, es un fenómeno cotidiano que al parecer por su tan común «normalización», pasa desapercibido, no sólo por quien lo ejerce sino por quien lo padece. En términos sociológicos y del comportamiento humano, el Síndrome de Procusto es aquella conducta, llevada a cabo de manera proactiva y casi siempre consciente (hay casos en los que este actuar es definitivamente inconsciente, pero responde a otros temas que no trataré en este artículo) por aquellas personas que no toleran el hecho de ver que a su alrededor, en su equipo de trabajo, en su círculo cercano, hay personas que gozan de habilidades, cualidades o atributos no sólo interesantes e invaluables, sino también bastante superiores a los suyos. De esta intolerancia a la diferencia, a la incapacidad de aplaudir lo sobresaliente y aprovecharlo en vez de rechazarlo, surge este común acto malévolo que sólo trae consigo desaveniencias, pérdida de líderes invaluables, de ideas maravillosas y exitosas y personas con gran calidad humana. 

Rechazar y dañar a aquellos con características diferentes a las propias por miedo a ser superados o cuestionados, prefiriendo la tendencia a mantener la uniformidad en la que la divergencia es cuestionada o castigada bajo preceptos moralistas, personales u organizacionales con pobres argumentos a su favor, es propio de personas con pobre tolerancia a la frustración, a la capacidad de espera, con dificultad para reconocer en el otro lo que es bueno o superior, por el temor a ser desplazado. Todo esto responde a heridas y daños desde muy temprano en la vida, donde quien ejerce este rechazo, fue alguna vez, víctima de exactamente lo mismo, encontrando en su edad adulta una manera de resarcirse a sí mismo en contra del destino, de quienes lo lastimaron o de la vida, dañando a otros que considera «amenazantes». 

La importancia de escribir hoy sobre el Síndrome de Procusto radica en no sólo entender de qué se trata, sino también aprender a identificarlo, pues bien puedes encontrarte con la sorpresa de que eres o has sido víctima de éste, o, que lo has ejercido sobre alguien más. Y no es una exageración, pues puedo asegurar que tienes en tu mente miles de ejemplos de situaciones en las que has percibido o vivido este comportamiento dañino, sólo que quizás no sabías que podía catalogarse en el contexto de lo perverso, lo malo, lo cuestionable. 

El Síndrome de Procusto no puede normalizarse, puede prevenirse, tratarse e intervenirse, sobre todo porque es una conducta modificable que todos estamos en la capacidad de identificar y abordar. Es bastante común en colegios, universidades, empresas y otro tipo de organizaciones, en las que ciertos integrantes no toleran la idea de que haya uno de ellos con mejores cualidades, que si bien puede ser invitación a una sana competencia y a querer ser retado para alcanzar un igual o mejor nivel, también debe verse como la oportunidad de crecer en equipo, pues, si cuentas con un compañero con excelentes ideas, buenas habilidades comunicativas, inteligencia emocional, ¿por qué no aprender de esa persona y motivarla a que te enseñe, para que tú y tu equipo, tu empresa, tu familia, amigos, crezcan también?

Es importante respetar todas estas diferencias, no sólo interraciales, interculturales y de criterios, sino también de ideas y habilidades intelectuales, pues sería una lástima que, por envidia, se perdieran personas invaluables con ideas excepcionales. Si has sido víctima de este proceder, o por el contrario lo has llevado a cabo, te invito a que lo pienses de nuevo y tomes acción. Nada más peligroso que prescindir de los mejores, son maestros invaluables que no están a la vuelta de la esquina. 

5 comentarios sobre “Síndrome de Procusto: el mal de dañar a quien sobresale.

  1. Excelente artículo. Lo he visto y escuchado, por fortuna nunca lo he ejercido, afortunadamente o no, cuento con gran empatía, hecho que me ha permitido entender y valorar a quien es distinto y a aprender. Lamentablemente hoy, algunas personas consideran el hecho de ser líder, empático, sensible o justo con debilidad…una astucia disfrazada de crueldad. Un abrazo y gracias por compartirlo.

    Me gusta

  2. Excelente, mi amada doctora, todo lo que abordaste en el texto, fue muy claro y creo que podría convertirse en otra mirada con respecto a las personas con las que interactúo a diario, además de una inevitable introspección. Gracias por todos esos nuevos conocimientos que me aportaste. Éxito seguro en está nueva tarea.

    Me gusta

Deja un comentario