Suicidio: ni de valientes ni de cobardes.

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Corría el año de 1947 y en una hermosa mañana neoyorquina, una chica llamada Evelyn McHale, de 24 años, adquirió un boleto para ingresar al mirador de uno de los rascacielos más emblemáticos del mundo, el edificio Empire State. Se veía lozana, tranquila, y en su andar pausado pero sin detenerse, una vez arriba, se lanzó desde el piso 86 de aquella torre, cayendo majestuosamente sobre una limusina que se encontraba estacionada cerca al edificio. El techo del automóvil quedó destruido, pero tan sólo 4 minutos después de su caída, un fotógrafo que pasaba por la zona, Robert Wiles, capturó la imagen de Evelyn, conmovido por el rostro sereno de la joven, y sorprendido por la manera tan bella en que su cuerpo había caído, por lo que al ser publicada la fotografía en la revista Life, fue catalogado como «El suicidio más hermoso». Pronto se supo que Evelyn estaba comprometida, la policía se comunicó con su prometido quien declaró que todo estaba bien, familiares y amigos tampoco habían evidenciado nada extraño ni comportamientos inusuales en ella. Luego la policía encontraría una nota en el abrigo de Evelyn, en la que explicaba que «ella no era una buena esposa para nadie», y que su prometido estaría mejor sin ella. Luego, en 1993, el cantante británico David Bowie compondría en su nombre la canción Jump, they say, en cuyo videoclip el artista hace una representación preciosa de tan trágico evento.
Historias como la de Evelyn son infinitas, como lo son las razones por las cuales quienes así lo deciden ponen punto final a sus vidas. Pero, ¿qué hay detrás de todo esto? El suicidio es un tema complejo, común, temido, satanizado, hecho tabú y señalado. Sin embargo, el conocimiento al rededor de sus causas, cómo prevenirlo, cómo abordarlo, está aún en la niebla del desconocimiento aunado al temor que implica el simple hecho de nombrarlo.
Emil Cioran fue un filósofo y ensayista rumano que ocupó gran parte de su producción al tema del suicidio, pues estaba obsesionado con la muerte y con el sinsentido de la existencia, de los cuales decía «no podemos liberarnos». Afirmaba que dado que no elegimos nacer, sólo nos quedan la libertad y dos opciones: podemos elegir el suicidio o podemos elegir el desafío de vivir. Dicho desafío es el que asume el mismo Cioran reflexionando sobre su propia vida y su propia muerte, argumentando que ante tal situación la reflexión sobre la existencia pasa a convertirse en una necesidad, en una manera de aprender a apreciar la vida misma que, es la única que a su vez otorga la posibilidad del suicidio.
Este planteamiento es controversial, pues sugiere la necesidad de reflexionar muy conscientemente sobre la propia existencia partiendo del suicidio como opción. Cioran argumentaba en este punto que al observar que muchas personas viven en automático, parecieran no considerar relevante pensarse, pensar sobre la propia vida, como si no fuera necesario o como si estuviera de más hacerlo. Sin embargo, la idea del suicidio es la que a su vez permite darle a la vida el sentido que en realidad pudiera tener, pues sólo el que cuestiona la importancia y la necesidad de vivir repiensa la vida misma, las motivaciones, los deseos, los planes, la realidad y todos aquellos supuestos que llenan de sentido el ser un habitante del planeta, y es así como apreciar los detalles, los pequeños momentos, los instantes de verdad, se convierte en el impulso diario de querer permanecer en el mundo. Dicho todo esto, parafraseando a Cioran (cuyas palabras sé, pueden percibirse fatalistas, pesadas y transgresoras, pero lo encuentro como alguien que realmente valoró la vida, por lo mismo), el suicidio es entendido como una seguridad que nos pertenece y a la cual no podemos renunciar: «vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado», declaró en uno de sus controvertidos escritos. Todo esto suena aterrador, lo sé, pero lo quiero traer a colación hoy precisamente porque nos invita a e entender que somos dueños de nuestra existencia (no quiero abordar aquí temas incluidos en la religión como que el suicidio es pecado dado que no somos dueños de nuestra vida, no es mi intención en este escrito), y sólo por eso, tenemos la libertad y la responsabilidad de vivir plenamente, en la medida en que así lo deseemos, pues si ya se sabe cuál es la salida a la existencia, por qué no vivirla como mejor nos parezca.
No invito aquí a considerar el suicidio como una opción, pero sí a entenderlo de una manera mucho más amplia, fenomenológica, real y sin tapujos, pues es un tema difícil para familias, padres, hijos, parejas y todas aquellas personas que hicieron parte de la vida de quienes quisieron autoeliminarse, pues de lo más escabroso de la muerte, en especial si es a manos de la persona misma es «cómo será la vida ahora que ya no está»: se vivencia el dolor desde el hecho de imaginar la vida sin esa persona, pero poco se piensa en las motivaciones de quien decidió irse, ¿se fue por querer dejar de sufrir, de sentir, más allá del simple hecho de querer dejar de vivir? Nadie está obligado a vivir, y es una realidad que pocos aceptan.
No quiero concluir sin expresar que todos estamos en la obligación de escuchar a quien nos pide ayuda, de brindársela, independientemente de nuestro oficio (no es sólo cuestión de psiquiatras) o nuestro papel en la vida de los demás. El suicidio se puede prevenir en aras de promover la salud mental, más aún cuando ya es un tema de salud pública. Pensemos en cuántas vidas pueden salvarse por el simple hecho de brindar escucha. ¿Cómo prevenirlo, qué hacer, quiénes están en riesgo? Todo eso ya se sabe, ya se ha escrito mucho sobre eso. Empecemos por escuchar, y por invitar a pensar la vida, no sólo a vivirla porque sí.

3 comentarios sobre “Suicidio: ni de valientes ni de cobardes.

  1. Excelente artículo! Pensar el suicidio de una manera más abierta y objetiva permite comprender también el sentido de la vida.
    Este artículo me hizo pensar mucho en el libro “el caballero inexistente” de Italo Calvino que, aunque no habla del suicidio, hace una reflexión muy bella sobre existir y lo que se cree que es existir.
    P.d No conocía la fotografía y es realmente hermosa. Soy artista así que este tipo de referencias en tus artículos me permiten crear un vínculo más concreto con lo que escribes. Gracias!

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    1. Muchas gracias por tu opinión y tus aportes, me encanta que te guste el escrito y que te permita ampliar perspectivas. No te pierdas lo que viene. 😉

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  2. A los de la web postmortempost les he dicho esto:
    I think there’s no beauty in this picture. I’m staring it longly and all I only can feel lots of pain and desperation. No kind of self killing can be part of something beauty. A really respectful picture and with plenty of love is that where you tend your hand to someone who need it.
    En seguida he venido a leer esto porque es una constante de mi pensamiento desde la adolescencia. Pensar en la muerte nada más abrir los ojos es agotador. Los días que no sucede, casi ni se comprende cómo pasa. Y como dijo mi esposa ante la psicóloga: “Pues si yo quisiera suicidarme lo haría y punto. No iba a andar diciéndolo a nadie ni a dar explicaciones. ¿Te quieres sucidar? ¿Qué te lo impide?.”
    Bueno, así dicho parece una burra y no. Cuando tu pareja (yo) se mete en anorexias a edades adultas, cuando todo te parece fuera de lugar y la paciencia se agota, esto y muchas otras cosas se comprenden mejor. Si no fuera por ella, mi vida hubiera sido un auténtico desastre. Siempre hablo de mi suerte. Eso no evita la continua ronda de la Mr. Muerte y sus amigos pesimistas…
    Curioso leer a una psiquiatra …

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