Estar feliz: una cuestión de decisiones.

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Muchas veces nos hemos preguntado si lo que estamos viviendo, es lo que merecemos. Por ejemplo, nos preguntamos si estamos rodeados de la gente que merecemos, si tenemos el trabajo que merecemos, si tenemos la pareja que merecemos, si ganamos el dinero que merecemos, si tenemos la casa que merecemos, si recibimos lo que merecemos, si… ¡un momento! Todas estas preguntas son inquietantes, no todas tienen respuesta inmediata y no a todas podemos valorarlas igual. Al principio podríamos pensar que tenemos todo lo que merecemos, o por lo menos en su justa medida… ¿o no? ¿Será que queremos más de lo que tenemos, algo diferente… o incluso menos? Pensémoslo de nuevo. 

Hay momentos de la vida en los que nos sentimos felices, o eso creemos, o eso preferimos pensar. Por ejemplo, cuando estamos con una pareja, buscamos siempre momentos de alegría, de satisfacción, de plenitud y esperamos que todo salga perfecto y que nos lleve a la felicidad máxima. ¿Perfecto? Un momento. La búsqueda de la perfección puede ser una maratón sin fin, agotadora y extremadamente frustrante, en especial si es la búsqueda de la perfección en términos de felicidad. Y no nos quedemos sólo en el tema de pareja, pensemos en nuestra familia, nuestro trabajo, el dinero, la salud… ¿en realidad lo queremos todo perfecto? Pretender la perfección hace mucho daño, quizás por lo menos en cuanto a los aspectos de nuestra vida que se componen del azar, de las acciones de quienes nos rodean y en especial, de nuestras decisiones. Todos los anteriores, son factores que se escapan de nuestro control casi por completo, son variables, modificables y pueden no perdurar en el tiempo. La perfección quizás genera placer o gozo, o puede existir realmente en aquellos aspectos en los que el control humano tiene poca cabida, como lo son la naturaleza, fenómenos físicos y aquello catalogado como intangible. Al estar lejos de nuestro dominio, no tenemos cómo perfeccionarlas, pues en sí mismas ya lo son y eso genera satisfacción. Y esto debería ser suficiente en cuanto a la perfección. 

Retomando el tema de decisiones, quisiera que habláramos de su importancia en la felicidad. O mejor aún, en los momentos felices, pues nuevamente, la felicidad se relaciona con un estado casi sublime, de perfección absoluta e inmutable, y eso, suena difícil de conseguir en cuanto a pretensiones humanas, por lo que prefiero que hablemos de momentos felices, aquellos que son más sencillos de obtener (claro que no siempre fáciles) y nos otorgan satisfacción de una manera más placentera y rápida. ¿Por qué? Porque al recibir más gratificaciones, así sean pequeñas, podemos asegurarnos más momentos de tranquilidad, de plenitud, de gozo, de esperanza, de amor. La felicidad es una cúspide casi surreal que escapa casi siempre de los logros de cualquier mortal. No pasa lo mismo con los momentos felices: están a la orden del día, en cualquier momento, con varias personas. Sólo hay que saberlos buscar, saber decidir. Varios hemos escuchado que mucho de lo que nos pasa, o mucho de lo que tenemos en nuestra vida actual, no responde a una cuestión de suerte, sino a una cuestión de decisiones. Yo estoy de acuerdo con esa aseveración. 

Ejemplos de momentos felices hay muchos, disfrutar de un delicioso café en la mañana, a solas o con quien o quienes consideramos la mejor compañía, saborear cada componente del desayuno mientras escuchamos nuestra música favorita, o mientras lo compartimos con alguien a quien amamos, o simplemente escuchando el sonido de la naturaleza con mucha atención. Caminar por veredas, consentir a un animal, besar a nuestros seres queridos, abrazar, hacer una llamada a esa persona que hace rato no escuchamos, disfrutar de la soledad haciendo lo que más nos gusta para pasar un rato libre, comer un rico postre, una buena copa de vino, escuchar a un profesor, recibir las manos de nuestros padres en el rostro mientras nos dan un consejo, agradecer. Todos estos también son buenos ejemplos de momentos felices, que nos garantizan felicidad en ese instante en el que los vivimos, haciendo que por un momento, olvidemos aquello que nos desagrada, que nos molesta, que nos duele. Y no me refiero con esto a evadir la realidad, me refiero a enriquecerla con lo más sencillo, con lo «más fácil de obtener». 

Con ejemplos como los anteriores quiero invitarte a ti que estás leyendo este artículo a procurarte más momentos felices, así obtendrás más gratificaciones en menos tiempo, lo que te asegura, o por lo menos así prefiero pensarlo, una vida más tranquila y satisfactoria. Piénsalo de nuevo y verás cómo la ambición de la felicidad puede llevarte a los niveles más miserables de frustración: por ejemplo, ¿prefieres trabajar duro y ahorrar mucho dinero, privándote inclusive de temas necesarios como una sana alimentación y buen dormir, para lograr tus vacaciones en Dubai en aproximadamente 2 años? ¿O tal vez prefieres requerir menos dinero para compartir más tiempo y sin tantas pretensiones con tu familia, tu pareja, tu mascota, tus hijos, tus amigos, a solas, inclusive sin dinero, pero todos los días? Yo prefiero quedarme con la segunda opción, no es que no quisiera ir a Dubai (no está dentro de mis planes, pero, ¿por qué no?), pero prefiero tener siempre, o casi siempre, momentos felices mientras consigo esa meta (porque, desde luego, ¿por qué no pensar en grande?), no sufriendo y frustrándome mientras la obtengo. Sigo pensando que la segunda opción sigue siendo mejor negocio, por lo menos emocionalmente. Pensemos si después de planear tan perfectamente ese anhelado viaje (boda, vivienda, reunión, etc.), realmente cumple nuestras expectativas. 

Los momentos tristes son importantes también, es a través de ellos que sabemos qué nos otorga felicidad, pues sabemos alejarnos de lo que una vez nos lastimó o nos hizo creer que ser felices era difícil. Quiero invitar a no rechazar los momentos tristes, pues son coyunturales, mejoran nuestros estándares de felicidad, de merecimiento, de paciencia, de gozo y de disposición. No es que busquemos estar tristes, pero la tristeza sí que es un marco de valor para buscar la felicidad o identificar qué es lo que nos hace felices, no tanto por buscar opuestos a la tristeza, sino porque sabemos lo que realmente importa para estar bien y tranquilos. 

Te invito a que cuando ambiciones la felicidad, te detengas un momento, piensa si realmente es lo que deseas. Ambicionemos pues, más momentos felices, así seremos más ricos, sin llegar a la pobreza emocional de tanto gastar en alcanzar la felicidad perfecta.

 

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