El problema con la búsqueda incesante de la felicidad.

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Tienes que ser feliz, busca la felicidad, la felicidad está en ti, tengo que ser feliz, tengo que ser feliz… ¡Tengo que ser feliz! Un momento. ¿Es en serio?

Esta especie de mantra puede resultar un martirio, una obligación, inclusive un problema. ¿No les ha pasado que suelen ver en revistas, artículos en redes sociales a cargo de algunos pseudogurús, tiendas, inclusive en artículos para la casa, mugs; frases «motivacionales» alusivas a la búsqueda de la felicidad? Las maneras de decirlo son infinitas, unas a mi modo de ver son bastante superficiales, sin gracia, simplonas y otras, por el contrario, pueden llegar a ser bastante impositivas, que parecieran dictar una sentencia subliminal enmascarada por flores, colores vistosos y caras sonrientes, frases como «la felicidad está en ti, ser feliz es tu responsabilidad, la felicidad es la riqueza de los que saben esperar (que yo creo que en realidad lo que quiere decir es «los que saben aguantar» -porque aguantar te da un estatus de mártir muy interesante que te hace acreedor de la felicidad infinita-), es posible ser feliz en el trabajo… etc.». No estoy diciendo que a simple vista todas estas frases no sean ciertas, a lo que voy es que están llenas de pensamiento mágico y poco reflexivo, que busca hacerle pensar a uno que siempre tiene que estar feliz, que si no lo está, algo está haciendo mal, que no está buscando bien. Me parecen inclusive osadas en el sentido de que sus autores llegan a creerse con la verdad absoluta sobre cómo ser feliz, exponen inclusive una especie de lista de chequeo que si el lector la cumple a cabalidad, seguro alcanzará la felicidad. Y lo que pienso en realidad, es que el concepto de felicidad no es universal y cada ser humano la vive a su manera, sin que necesariamente coincida con cómo lo hace otra persona, y siendo igualmente válido (una vez vi en un post algo así como «cómo ser feliz inclusive sin pareja», o sea, si eres soltero no eres feliz o tener pareja es garantía de felicidad… ¿?).

La felicidad va muy ligada al éxito, y por ejemplo, para algunos ser exitoso puede ser tener un trabajo excelentemente remunerado, diciéndole a sus conocidos lo mucho que gana, pero callando lo poco que lo puede disfrutar ante la falta de tiempo, ergo, dudo que sea en realidad feliz, mientras que otra persona puede decir que no gana mucho dinero, pero es exitoso porque tiene tiempo para compartir con su familia y se siente feliz llevando a cabo las actividades que realiza. Otros pueden decir que son exitosos porque sacaron a sus hijos adelante, porque emprendieron un negocio, porque llevan años con una pareja estable, porque se pensionaron con regocijo y con buena salud, y eso, seguramente, los hará sentir felices. Cada quien lo vive a su manera, y eso debería ser suficiente para considerarse feliz, y espero, que también exitoso.

En cuanto a esa búsqueda insaciable de la felicidad en el día a día, que los estímulos por doquier nos lo recuerdan permanentemente, pienso que puede hacer mucho daño, pues por estar pensando en que debes ser feliz, lo que en realidad va a pasar es justo lo contrario, porque vas a sentir que no es suficiente, que no lo estás haciendo bien, que no estás dando lo mejor, que hay personas más felices que tú. Además, ¿por qué no se habla de que estar triste y vivirlo intensamente también es importante? ¿Acaso la melancolía, la ansiedad, la frustración, no están presentes en la cotidianidad también? De hecho es gracias a todas ellas que podemos comprender mejor la felicidad, porque tenemos un punto de comparación, porque sabemos qué no nos gusta, qué nos duele, qué nos causa temor, y es así como pulimos nuestras decisiones y conductas, lo que en realidad nos lleva a descubrir qué es lo que nos hace felices y cómo podemos lograrlo (por ejemplo, no me hace feliz estar en grandes grupos de fiestas ruidosas con gente que no conozco, por lo tanto no participo de ese tipo de eventos, prefiero estar en casa con mis mejores amigos, mi novio o mi familia, o a solas, y me siento feliz). No es posible saber qué es la felicidad según el criterio de cada uno si no sabemos qué es lo que no nos hace felices. Este tipo de emociones y sentimientos están infravalorados, y me parece importante tenerlos en cuenta. Si se habla tanto de la felicidad, creo que es igual de importante hacerlo respecto a la tristeza, por ejemplo.

Supongo que más de uno pensará que estas líneas llevan consigo sarcasmo o frialdad (aclaro que es un artículo de mi más sincera opinión sin la pretensión de establecer verdades absolutas), pero lo cierto es que sólo invitan a ver la felicidad como algo maravilloso y muy bonito, a lo que no se puede ser adicto sólo porque sí y porque existe el miedo a nunca alcanzarlo, en especial porque obsesionarse con ella trae como consecuencia inevitable frustraciones inimaginables, o acaso, ¿no han pensado si en este instante no son lo suficientemente felices y por lo tanto deberían moverse de allí (trabajo, casa, pareja, grupo de amigos), porque es afuera o en otro lugar donde hay un nivel superior de felicidad? Ese reto autoimpuesto aludiendo a Sísifo no me parece el mejor para la salud mental, me parece demasiado costoso emocionalmente.

Yo propongo rendirse activamente al fluir de la vida, es decir, controlando las decisiones en el camino pero permitiendo que con ello, sea suficiente que la física cuántica, las leyes de la termodinámica (que además son influenciadas por nuestro pensar y por nuestras palabras y acciones, se sabe) y la vida misma, se encarguen de conducirnos a lo que nos hace bien, lo considero más tranquilo y menos ficticio. Y no es dejárselo al destino, porque somos dueños de nuestro actuar (haciendo la salvedad del libre albedrío, tema fascinante que creo que merece otro artículo, y que de libre tiene poco si hablamos de la actividad inconsciente que lo determina), pero sí permitiendo que sea el día a día el que nos muestre el camino, de seguro que todos sabemos que lo que dice el mug de la oficina o de la casa sobre ser feliz no obrará por arte de magia.

Quiero terminar este escrito con una palabra que me gusta más, me parece más tranquilizadora y menos exigente, y es, estar contento. En su sentido etimológico, contento deriva del latín contentus, participio pasado del verbo continere, que significa contener, mantener dentro, satisfecho. Estar contento lo encuentro más apropiado en tanto que es liberador, en especial porque como su origen lo dice, dentro de mí está lo que me genera bienestar, por lo tanto este estado depende más de mí que de los estímulos a mi alrededor -aunque por supuesto muchos de ellos pueden influir en cómo nos sentimos-, a diferencia de la felicidad, que muchas veces puede verse determinada aún más por asuntos externos. Los invito a procurar la felicidad, asegurándose primero de estar contentos. Yo, por ejemplo, estoy contenta por haber escrito sobre la felicidad.

Estamos de acuerdo con que la felicidad es bella y deseable, pero no es bello ni deseable obsesionarse con ella. Procuremos estar contentos para sentirnos felices, aceptando, tolerando y aprendiendo con sus contrapartes.

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