La leyenda del Pez Koi o sobre la Perseverancia.

Los peces Koi son unas hermosas criaturas que abundan en países como China y Japón, aunque por su apariencia increíble y su gran valor simbólico, están en peligro de extinción. Hacen parte de la familia de los peces carpa, de los cuales se estima existen más de 50 tipos diferentes, caracterizándose por sus hermosos colores y su musculoso cuerpo, bastante particular al tratarse de peces. 

En la cultura china es bastante común la leyenda del pez Koi, pero quizás, muchos de nosotros en occidente no la conocemos, o no sabemos bien qué secretos se esconden detrás de tan icónico animal, comúnmente visto en tatuajes, piezas artísticas y litografías. Además de su belleza, los peces Koi tienen mucho por enseñarnos. 

Según cuenta la leyenda, un buen día, un inmenso cardumen de peces Koi se encontraba en las caudalosas aguas del Río Amarillo en China, también conocido como el Río Celestial, y tenían la difícil misión de atravesarlo en contra de la corriente. Como un dragón amarillo, este río ha «dibujado»  una «N» en el mapa del norte de China, justo antes de desembocar en la Bahía de Bohai en su ruta al mar, una particularidad visible desde grandes alturas. Con una longitud total de 5.464 km, el Río Amarillo es el segundo río más largo de China sólo después del Yangtze, así como el quinto más largo del mundo. El agua en la parte inicial del Río Amarillo es pura y cristalina, y recibe su nombre porque corre a través de un suelo sedimentario, formado por los depósitos de cieno o arcilla volados por el viento que se apilan con un espesor de decenas o hasta cientos de kilómetros.

Todos los peces Koi que allí se encontraban tenían un objetivo común: llegar a la Puerta del Dragón. Pero, ¿cómo iban a hacerlo si la puerta quedaba justo al otro lado, a miles de kilómetros de distancia, y en sentido opuesto al curso del agua? Era una tarea difícil. 

Sin importar el reto que implicaba, todos se dispusieron a lograr la meta. Muchos de ellos no lograron resistir mucho y prefirieron seguir nadando con la corriente, perdiendo de vista a los que seguían el camino contracorriente. La travesía duró varios años, algunos se perdieron en el camino, unos lograron llegar hasta la mitad… pero los que seguían avanzando cada vez lo hacían con más ligereza, ganando con el tiempo no sólo mayor velocidad sino también aumento en su masa muscular: haber aprendido a nadar contra corriente les permitió fortalecer sus cuerpos, por lo que nadar era cada vez más sencillo. Con todos estos cambios sobrevinieron también nuevas habilidades, como aprender a saltar lo suficiente justo en los puntos en los que el agua corría con más fuerza, para no ser derrotados y poder seguir avanzando. 

En uno de esos días de aquel trasegar, las aguas se volvieron más turbulentas que nunca, por lo que los peces Koi que seguían acercándose a la Puerta del Dragón o Catarata de la Sabiduría comenzaron a nadar con más fuerza, lo que despertó a los demonios de las aguas y los alertó. Muy molestos, los demonios con su furia enardecieron las aguas del Río Amarillo, con la intención de lograr que los Koi desistieran y los dejaran descansar de nuevo. Pasaban los días y los peces seguían su camino, cada vez más valientes y más habilidosos, sin embargo, algunos de ellos no lograron avanzar y se rindieron. Aún así, ante la testarudez de los que seguían su camino, los demonios de las aguas se rindieron, y el río recuperó su aparente calma.

Se acercaban cada vez más a la Catarata de la sabiduría y de repente escucharon la voz de los dioses del Río Amarillo, quienes les dijeron: «aquellos que atraviesen la Catarata de la Sabiduría, serán premiados con hermosas y poderosas alas doradas, con las que podrán llegar a la Puerta del Dragón». Después de años de esfuerzo, empeño, obstáculos y descubrimientos, en especial el poder del aprendizaje, los peces Koi que seguían nadando contra la corriente por fin alcanzaron la Catarata de la Sabiduría, y tras atravesarla pudieron experimentar toda una metamorfosis: sus cuerpos eran más fornidos, de repente podían respirar también fuera del agua y de sus lomos comenzaron a emerger unas hermosas alas doradas: se habían convertido en dragones. Al advertir que habían alcanzado su anhelada meta, todos los nuevos dragones celebraron con regocijo, volando ahora, y con mayor velocidad y habilidad, hacia las aguas calmas del Río Amarillo, donde se encontraban aquellos Koi que se rindieron al comienzo del camino y aquellos que aún no tenían conocimiento de la existencia de la Puerta del Dragón. Les contaron todas sus aventuras, proezas, todo lo que aprendieron y sobre la hermosa transformación que vivieron al llegar a la Catarata de la Sabiduría. Fue así como un nuevo cardumen de peces Koi, ahora motivados, emprendía su camino de descubrimiento hacia el cambio. 

Es así como esta hermosa y metafórica historia nos deja mucho qué aprender de los peces Koi, símbolo universal de la fortaleza, la constancia, sabiduría y transformación. Muchas veces, cuando estamos en nuestra zona cómoda (inseguridades, miedos, temores, metas abandonadas, retos sin cumplir, inacción), en las aguas calmas del Río Amarillo, no encontramos la motivación suficiente para salir de allí en búsqueda de lo que realmente deseamos, anhelamos, aquello que queremos cambiar. En el camino nos encontramos con obstáculos que nos impiden avanzar o que hacen nuestro camino más difícil (nuestro propio juez interior, algunas personas que nos rodean, nuestros pensamientos negativos), nuestros propios demonios de las aguas. Sin embargo, también nos encontramos con fuerzas muy poderosas que nos inspiran a continuar nuestro camino, a buscar el cambio, la mejora permanente (el amor de las personas más importantes de nuestra vida, las meras ganas de estar bien, el entusiasmo, la creatividad, el perrenque, las frustraciones, los no que hemos recibido y queremos transformar en sí), nuestros propios dioses de las aguas, de la sabiduría. Y tras todo un proceso de transformación, de aprendizajes, de errores, de volver a empezar, logramos mirar hacia adentro, hacer introspección, encontrando nuestra propia Catarata de Sabiduría, en la que fluimos con ligereza, nos movemos con seguridad, enseñamos a otros y nos nutrimos constantemente de puro aprendizaje y experiencias: nuestra mejor versión, cuando nos convertimos en dragones. 

Este artículo está dedicado muy especialmente a mis padres, Mónica y Pedro, mis hermanos Katalina y Pedro, y mi novio, Stephen, mis dioses de la fortaleza, que con su amor, me han acompañado en mi proceso de transformación.